viernes, 22 de junio de 2012

Relato: Porque todo pasa así, de repente (I)

Nil


La petición de mi madre me liberó de los recuerdos del cementerio. Me gustó la idea "una despedida diferente para tu padre ¿qué te parece?, me preguntó". Hizo una mueca y me miró con los ojos un poco cerrados.

¿Lo harás?

Sabe que no creo en estas cosas. Siempre me río cuando la veo encender velas, escribir deseos en pequeños papeles, buscar días especiales, quemar incienso. La miro mientras trabajo en mi ordenador. Está bien si ella se divierte y realmente lo hace con la misma sonrisa que cuando llena la casa de flores.

¿Lo harás?

respondí

Vale me sonrió y me llenó la cara de besos ¿Qué te parece el próximo sábado, al mediodía? Si quieres puedes escribir algo... Lo engancharíamos en el globo, junto a su fotografía

No escribí nada. El día que habíamos ido al tanatorio, ya hace dos meses, me llevé mi teclado electrónico y toqué The Last Song, de Elton John. A José M. le gustaba.

Aquel día no lloré. Toqué cada nota con fuerza, con la rabia que se me escapaba por los dedos. Ésa fue mi despedida para él. No lloré, no podía hacerlo ni por mi hermana Alejandra ni por mi madre, pero las lágrimas me las llevé dentro y aún sigo con ellas en el cuerpo. En el cementerio las abracé a las dos, no podía hacer otra cosa, sobretodo cuando aquel hombre menudo y un poco encorvado, encaramado a lo alto de la escalera, intentaba sellar con cemento la piedra del nicho. Fue todo tan extraño, como si José M. se resistiera desde algún lugar. La piedra cayó dos veces y el hombre insistió hasta dejarlo todo perfecto.

Ya han pasado dos meses. Mi madre quería despedirse a su manera, algo especial, con el aire entre los árboles y los chillidos de los niños jugando en el parque. Ella se ha encargado de todo lo necesario: el globo de helio, la fotografía de José M. y un poco de alegría, aunque sea fingida, para no dramatizar el momento. Hemos escogido la parte más alta del Parque Güell, por la proximidad a nuestra casa y porque desde allí el cielo parece estar más cerca.

Mi madre ha ido todo el camino con el globo abrazado a su pecho y una hojas de color verde en la mano. Alejandra y yo la hemos seguido en silencio. Cuando hemos llegado hemos dejado las cosas sobre un viejo banco de madera. Mi hermana le ha dado un trozo de papel en el que se veían una palabras escritas en fucsia. Yo me he quedado detrás de ellas, casi espiando cómo cortaban pedacitos de celo y los colocaban con cuidado, primero para enganchar la fotografía, luego el papel de Alejandra a un lado y, en el otro, las hojas de color verde. He dejado que preparasen todo. La poca gente que había alrededor las ha mirado intentando adivinar qué hacían, pero ni siquiera se han fijado en ellos.

Yo las espiaba y ellas preparaban las cosas en silencio. Tenía ganas de acabar y largarme, me sentía pesado. Al cabo de un rato se han girado y me han mirado como si de repente se hubiesen dado cuenta de que estaba allí. Hemos cogido el hilo que colgaba del globo y nos ha dado un tirón al soltarlo. Mi madre lloraba y Alejandra se mordía los labios.

Un José M. borroso nos observaba desde arriba. Los tres le mirábamos y no me atrevía a bajar la cabeza. Ha ascendido muy lento y ha habido un momento en que parecía que caía, supongo que mi madre no había pensado en el peso de las hojas de color verde, y entonces ha empezado a correr "por favor sube, sube ha gritado" hasta que la brisa se lo ha llevado, ha rozado las hojas de los árboles y ha desaparecido.




Alejandra


Cuando me he despertado los ángeles me sonreían desde la mesita de noche. Antes los tenía en la estantería blanca, junto a los libros, pero cuando papá murió a principios de verano, no sé por qué, los cambié de lugar. Los ángeles me los había regalado mamá; eran blancos y suaves y yo los había pintado de dorado, con motitas brillantes de purpurina.

Mientras ellos me miran recuerdo que hoy es sábado y que al mediodía iremos al Parque Güell para despedirnos de papá. Mamá me preguntó si quería escribirle una nota. He decidido hacerlo, pero la verdad es que no sé que decirle después de un año que no le veía, y ahora está muerto ¿Cómo puedo despedirme de él con unas pocas palabras? Cómo explicarle que me he sentido tan olvidada, tan insignificante. Muchas veces telefoneaba, pero al móbil de mamá aunque le preguntara siempre por mí. Le decía que seguíamos siendo sus chicas ¿Por qué nunca me llamaba? "Se siente inseguro decía mamá" Y yo sentía que le odiaba. Y ahora, de repente, ya no está.

Desde el día del accidente tengo nauseas. Ha sido un verano extraño, no he podido quedarme en casa aunque él hacía mucho tiempo que vivía en otro lugar. He intentado no pensar; he viajado; salido por las noches con mis amigas; he subido en helicóptero, en parapente, cosas impensables en mí por el miedo que siempre he sentido a volar.

Ayer empezó otoño y hay muchas cosas nuevas en mi vida que nunca le podré explicar. He empezado la Universidad y a trabajar unas horas en una guardería. No es esto lo que voy a escribirle en la nota, realmente no sé lo que escribiré, pero he decidido hacerla y ponerla en el globo junto a su fotografía. Escribiré en tinta fucsia, es un color bonito. Quizás la magia de la que habla mamá sea cierta. Nil no cree en estas cosas, pero necesito pensar que mis palabras le llegaran allí donde esté.

No hay comentarios:

Publicar un comentario